Ayer publicaron en La Nación ésta nota que transcribo (y resumo):

Rechazan en España a visitantes argentinos.
Tienen, casi todos, un mismo perfil que, a grandes rasgos, se sintetiza de la siguiente forma: son argentinos y tienen poco más de 20 años. Y en los últimos días compartieron la misma y humillante experiencia: fueron rechazados en el aeropuerto de Barajas y enviados de nuevo a la Argentina cuando intentaban ingresar en España.
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Esta nueva repetición de casos de rechazo de ciudadanos argentinos en aeropuertos españoles se produce apenas días después de que la presidenta Cristina Kirchner celebrara con el canciller español, Miguel Angel Moratinos, el "excelente nivel" de la relación bilateral.

Semanas atrás, el gobierno de Brasil reaccionó con indignación al rechazo de nacionales de su país en aeropuertos españoles.

El presidente Luiz Inacio Lula da Silva dispuso "hacer lo mismo" con viajeros españoles que llegaran a terminales brasileñas, lo que causó absoluto desconcierto en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Las preguntas subyacentes al texto y que creo, se caen de maduras:
¿Por qué no podemos actuar como Brasil?
¿Por qué nuestra Cancillería deja que nos bastardeen de esta forma?
Sí, el turismo está creciendo, y genera otra entrada de dinero (que según la Secretaría de Turismo no superó los u$s3.500.000 en el 2006). Pero ¿es esto suficiente como para "hacer la vista gorda" frente a estos hechos?

¿Saben ustedes que los yankis y los ingleses tienen que pagar una Visa más cara para entrar a Brasil? Eso se llama "Política de reciprocidad" y consiste, lisa y llanamente en exigirle al otro lo que se le exige a uno. Nada mal, ¿No?

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